Cada vez que llevo el
coche al taller, me acuerdo de un compañero a quien escuché hace años utilizar
el ejem-plo del concesionario de coches y el taller para diferenciar el trabajo
co-mercial (el vendedor) del trabajo administrativo (el mecánico). Si el primero
no vendiera el coche, el se-gundo no podría trabajar. Dicho así, desde la visión
de una empresa de servicios, parece que mi compañero tendría razón
¿verdad?
¿Y si lo vemos desde la posición del cliente?. Porque yo, que tengo coche desde hace 36 años,
interactúo mucho más con el mecánico que con el vendedor. Y si llevo 26 años
fiel a la misma marca de coches no es por la habilidad del comercial el
vendérmelos, sino por lo bien que me atienden los mecánicos cada vez que les
llevo el coche.
Hace unos años estaba
muy de moda hablar de la cadena de valor con el cliente, que se iniciaba
haciendo una investigación del mercado, segmentos y clientes, detectando
necesidades y expectativas, diseñando productos y servicios, fabricándolos,
distribuyéndolos por los distintos canales (locales físicos, internet,
autoservicio, teléfono, ahora redes sociales…), vendiéndolos y contando con un
buen servicio post venta. Siguiendo con el ejemplo, el servicio post venta
serían los mecánicos ¿verdad?
A mí, los de marketing
no me han visto el pelo (sí, es verdad, me mandan algunas encuestas), los
ingenieros tampoco, en el concesionario me han visto una vez cada 5 ó 10 años,
pero el mecánico me ve, por lo menos, dos veces al año. Y mal asunto si me ve
más veces ¿verdad?. Porque mi expectativa es que el coche funcione y que baste
con las dos revisiones anuales.
Al mecánico nadie le
va a felicitar por hacer bien su trabajo pero puede resultar fatal que lo haga
mal. El vendedor, en cambio, será felicitado si alcanza una determinada cifra de
ventas, cobrará un bonus…
Tengo la impresión de
que las empresas de servicios, en general, han puesto el foco en la venta y se
están olvidando de los ‘mecánicos’, que son los que nos atienden cuando
algo no va del todo bien, cuando llega uno de esos momentos de la verdad. Y ahí
nos la jugamos. Si lo hacemos bien y el cliente lo percibe -es decir, si ponemos
en valor lo que sabemos, queremos y podemos hacer- nos estamos garanti-zando la
lealtad de ese cliente.
¿Y si lo hacemos mal?
Que se lo pregunten a las operadoras de telefonía móvil… y a aquellas empresas
de servicios, que envían a casi todos sus efectivos a la encarnizada guerra de
captar nuevos clientes, dejando desprotegidos a sus fieles clientes de toda la
vida, a quienes ya no tienen nada o casi nada que vender.
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