Praça do Comércio |
No, no me refiero a la invasión
sufrida por la elegantemente decadente, a la par que respetuosa y delicada
capital portuguesa por parte de las hordas futboleras procedentes de la
auténtica capital de España con ocasión de la final de la Champions League
del pasado sábado, que nos ofreció escenas tan impropias como la celebra-ción de
Florentino con Aznar; y tan patéticas como la exhibición de CR7 tras marcar en
gol de penalti, en el último minuto de la prórroga a un equipo que ya perdía 4-1
y que estaba totalmente grogui desde
que Bale consiguiera el 2-1.
Estoy releyendo Todo
lo que era sólido, ensayo de Antonio
Munoz Molina, publicado en febrero de 2013, una obra a la que he hecho
mención en algún post anterior y
resulta de obligada lectura para entender porqué España ha caído en la
situación que padecemos actual-mente: el paro, la corrupción, el descrédito de
la clase políticas, la degradación de sus debates, los desastres urbanísticos y
medioambientales, el desprecio de la educación y la cultura, el cues-tionamiento
de la sanidad, el relativismo ético y moral, y un largo etcétera, que nos
obliga a pensar en cómo hemos podido llegar aquí.
Hacia la mitad del libro, en el
capítulo 71, que comienza diciendo: ‘Me
he educado yéndome y volviendo y volviéndome a ir…’ habla de escritores
autoexiliados como Antonio Machado y de cómo ’…el destierro puede ser un destino honorable…’
Habla de cómo conoció el mar y de
sus primeros viajes, como uno en autostop por la Toscana , admirando la
fertilidad de la tierra, comparándola con los paisajes desolados de Andalucía o
Castilla. Y se pregunta ‘…cómo serían
Úbeda o Granada si hubieran recibido un trato parecido al de muchas ciudades de
Italia’.
Cuando llega a Lisboa –cuidad que
conocí en octubre de 1990, después mi primer maratón, y a la que me encanta
volver por la serenidad, el tono reposado, la urbanidad de sus gentes y la ‘aceptación tranquila del desgaste de las
cosas hechas para durar’- hace una
reflexión que también he leído en otros autores, como Arturo Pérez Reverte: ‘Quizás nos habría ido mejor si la capital
de España hubiera estado en Lisboa y no en Madrid, en una cuidad en la
desembocadura de un gran río abierto al Atlántico y no en una meseta…Paseando
por Lisboa he notado la amplitud entera del mundo hacia el que se había
extendido Portugal…’ ¡Qué gran ocasión perdió España cuando el sol no se
ponía en sus dominios!
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