sábado, 15 de enero de 2022

Una brújula que no marca el Norte

El pasado 6 de enero, recibí el mail de un buen amigo. Está cargado de sensibilidad, de sentido común y de espíritu crítico, con el afán de ser constructivo. Le ofrecí publicarlo en este blog y lo hemos tenido congelado hasta que me ha dado su conformidad, sentenciando que prefiere ser criticado por lo que es, antes que adulado por fingir quien no es. Es Imanol González Gete y dice así: 

Sin entrar a valorar aspectos científicos, que uno desconoce y por lo tanto la probabilidad de meter la pata aumentaría de manera exponencial, sí que me atrevo a valorar algo que me despierta un sentimiento que puedo decir, sin duda, que me desagrada.

La Historia, es fascinante y hay que repasarla a menudo, con criterio y como decía un profesor del cole, con las gafas de la época. Con sensatez, para poder nutrirte de lo verdaderamente valioso, que es mucho.

Hay una frase que me encanta y es esta: “Ya asumí mi último error, es hora de cometer otro”. Con asumirlo, entiendo aprender, autocrítica constructiva, recapacitar… En definitiva, apartar el orgullo.

De pequeño, los domingos iba a casa de mi aitona al barrio de San Roque. Jesús Gete Molinero, que fumaba como un carretero. Y rima. Un Ducados detrás de otro. Se parecía a Bahamontes o Bahamontes se parecía a él y lo recuerdo con mucho cariño. Este HOMBRE, con mayúsculas, era buena persona, quizás por eso se casó con mi amona Dolores, una casera de Hernani, más buena que el pan.

La amona pasó la Guerra del 36 en el caserío y el aitona… el aitona se fue a la puta Guerra siendo un niño con 17 años. Familia comunista, destinada a perder. A perderlo todo, ya que en la Guerra el que más mata se queda el bote. Y al que sobrevive, más le vale tener la boca cerrada.

En la intimidad de aquellos domingos en la cocina de su casa, el aitona me contaba sus vivencias en la Guerra. Cuando lo apresaron los italianos, cuando intentó escapar por Larhun o cuando tenía que llevar a la cárcel de Ondarreta comida a su padre al finalizar la puta Guerra….Y nunca, nunca desprendía rencor en sus relatos. Sin decírmelo, transmitía unas ganas terribles de que aquello no volviera a ocurrir.

Ojo, que era un derrotado en toda regla, en una sociedad que se preocupó y mucho, de recordar una y otra vez a aquella gente, que eran los perdedores y que más les valía pasar desapercibidos. Básicamente unos parias. Este hombre me gravó a fuego, que como dice la canción del grupo Dorian (Los amigos que perdí): “No hay nada más inútil que el odio, no hay nada más doloroso que el rencor”.

Todo esto lo traigo, desde que observo con dolor, cómo se ha sembrado, por parte de una clase dirigente lamentable, una semilla de estos sentimientos negativos en la población.

Soy crítico. Uno porque ser crítico no es malo. Y dos, porque malo es hacer algo malo. Y aunque camino llevamos, pensar u opinar de manera diferente y argumentada, por ahora, no está penado.

Se ha instaurado una corriente de pensamiento basada en el miedo, que no puedo compartir, por la que, al igual que los curas en la Edad Media, se quiere hacer creer que el responsable de una pandemia, el cambio climático, la burbuja inmobiliaria o las estafas que pululan alrededor de las criptomonedas, somos l@s ciudadan@s de a pie.

Y no es verdad. Si de verdad quieres que alguien sea responsable de algo, deberías informarle de todo cuanto le atañe.

Pero ¡claro! cuando informas a alguien debidamente, corres el riesgo de despertar en él el espíritu crítico y eso puede ser peligroso o inconveniente cuando tu finalidad es que ese ser sea obediente o mejor dicho, como gusta decir ahora, responsable. Es mejor ofrecerle una brújula que no le marque el norte, sino la dirección que tú quieres que tome.

Para eso, se marea la perdiz. Ahora haz esto, ahora lo otro y más tarde aquello que antes no te dejaba hacer es lo que tienes que hacer. Ahora que te puedo vender esto que antes no era obligatorio, ahora sí, ahora póntelo hasta cuando vayas al WC.

Sigo creyendo en la persona como tal, como individuo, y seguiré valorando y apreciando a las personas por lo que son. Es lo que me hace sobrevivir y no dejarme llevar por una psicosis que acaba llegando a ser hasta cómica.

En ocasiones tengo la sensación de que el Covid es una especie de atracador que la gente cree que le va a asaltar a la vuelta de la esquina. Y eso casi resulta cónico, si no tuviera los tintes de tragedia que le quieran dar.

Para finalizar esta divagación, quiero dejar claro que para afrontar un problema -el que sea- y superarlo -a mi me gusta decir gestionarlo- hay que ser optimista. Los optimistas, son personas conscientes de la realidad -si no eres un suicida- y desarrollan una capacidad para improvisar y buscar salidas cuando todo parece oscuro.

Por lo tanto, como decía el otro día Ángel Martín : “Tú no tienes la culpa, así que a hacer cosas y a ser feliz”.


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