Wilson Kipsang ganó ayer en New York |
Sí, ya sé. Hoy tocaría hablar de la preciosa carrera que corrimos ayer entre Soraluze y Bergara, o del maratón de New York o entrar al trapo del populismo -¿o seria 'popularismo'?- y empezar una serie sobre la B/SS del próximo domingo.
En ello estaba cuando revisando mi correo de @gmail -en el que sólo entro una vez al día- me he encontrado con uno que me mandó Ima González Gete a las 6:59 de ayer. Y ha cambiado mis prioridades, porque lo que más me apetece ahora mismo es compartirlo con vosotros.
Yo he salido en 12 maratones y he terminado 10. El primero fue en 1990 y el último en 2001. Los intentos de 2008 y 2010 se saldaron son sendas retiradas porque mi ya maltrecho y castigado cuerpo dijo basta, desoyendo las instrucciones de mi cerebro.
Ninguna carrera me ha exigido tanto, ninguna me ha motivado tanto, ninguna me ha dado tantas satisfacciones y en ninguna he llegado a sufrir como en el maratón.
Por eso -envidioso de no poder pegarme las palizas que se pega él- suscribo al 100% lo que a continuación nos cuenta Ima, combinando la épica del maratón con la lírica de sus sensaciones.
Mi relación con el maratón, como
la de tantos otros y como no podía ser de otra manera, es de amor odio, de
necesidad y dolor, un extraño síndrome de Estocolmo, que nos hace volver una y
otra vez, a pasar por esa máquina de picar carne que son los cuarenta y dos
kilómetros, que hacen referencia al hito del guerrero Filípides.
Este año, en Semana Grande. Bizi Krossa |
Es un litigio en el que el
sufrimiento y la satisfacción, si se miran de manera fría y distante, están
claramente descompensados. Muchos, los que no corren de manera habitual,
pensarán como es normal, que prima el dolor y la parte negativa, en fin que todo
se decanta del lado de la faceta más dura. Pero los obstinados, cabezones y a
los que la única virtud que nos queda es la fuerza de voluntad, ya que sin eso
no somos nada, con un único día satisfactorio nos vale, para que la balanza
venza hacia nuestro lado.
Con cuatro maratones a mis
espaldas, al acabar cada uno de ellos siempre he jurado que no volvería a hacer
ninguno, incluso cuando mi madre aprovechándose de mi debilidad al acabar el
del año pasado, me hizo prometerle que no volviera a tomar parte en ninguno
más. Se lo prometí con el mismo descaro, con el que hoy casi un año después y
con la perspectiva del tiempo, me doy cuenta que la mentí como un bellaco.
Año 2005, en su época de triatleta |
La cuestión es que el maratón,
tiene un encanto especial, lo preparas con mimo durante tiempo, como las
kokotxas de Jon Marquet, en mi caso además, tengo la suerte de compartir
entrenos con gente de la que siempre aprendo algo nuevo. Vas viendo, como de
todos los que en septiembre tienen intención de correrlo, siempre hay alguien
que se cae de la cita, al lesionarse (suerte si no es uno mismo) y convertir el
via crucis hacia el último domingo de noviembre, en toda una lucha por la supervivencia.
Te mojas, sufres en las series y
las tiradas largas, te lesionas, afinas, mejoras y todo ello para jugártelo todo
en un día D, en el que despertarte demasiado optimista, te puede pasar seria
factura, ya que la prudencia es una virtud que los grandes veteranos tienen trabajada
a base de las cicatrices que deja la experiencia.
Dejaremos este texto en el aire,
a expensas de lo que nos depare el 30-N.
Caprichoso maratón.
Eskerik asko! Ima. Quedan 4 semanas. Allí estaremos para animarte. Aguanta.
Mucho ánimo, Ima, desde Sao Paulo !!!!!!!!!!
ResponderEliminarEste año, a ver si encuentras la puerta de entrada a Anoeta, y si es por debajo de 2h40', mucho mejor.
Aupa !!!
No sé si Ima encontrará la puerta, pero estoy segur de que bajará de 2h:40'. Seguro.
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