Colegiata de Iria Flavia |
Miró
la pantalla del móvil y de mala gana atendió la llamada. Marcelo Varela,
arzobispo de Santiago, volvía a la carga. Le había llamado a las siete de la
mañana y habían quedado para el día siguiente, a las nueve, en la Colegiata de
Iria Flavia, en Padrón, a medio camino entra Pontevedra y Santiago, y con la
discreción que ofrecía el lugar, donde a nadie extrañaría la llegada de Monseñor,
por un lado, y la de un par de turistas, por otro. ¿Por qué le llamada doce
horas más tarde, sin esperar a la reunión previamente acordada? Algo pasaba y
Don Marcelo no se anduvo por las ramas.
- Justo Hidalgo ha intentado hablar conmigo –le dijo sin atender al saludo protocolario
de Ramón Foz- Por supuesto, no le he atendido, pero ha tenido tiempo de decirle
a mi secretario que quiere un debate ¡¡¡conmigo!!! en Galicia TV. Los de la
televisión han llamado a los pocos minutos y parece que están por la labor.
- Obviamente,
Don Marcelo. Dos miuras como JH y usted frente a frente, dicho sea con el
debido respeto y si me permite, con un punto de humor, garantizan audiencia.
- Pues más
obviamente todavía, no les voy a dar ese gusto. Si ese hombre y yo nos tenemos
que ver, será en los Tribunales, que es para lo que le tengo a usted, Don
Ramón, porque espero no coincidir con él en el infierno.
- Pierda
cuidado, Don Marcelo, sé de buena tinta que en el infierno tienen un reservado
para los arzobispos –se permitió seguir bromeando Don Ramón.
- Sí,
justo encima del de los picapleitos, ya se imagina usted para qué.
- Me hago
cargo, Don Marcelo -le contestó el abogado, dejando que su cliente tuviera la última palabra- Ahora mismo muevo los hilos de Galicia TV para que le dejen
tranquilo y mañana seguimos hablando.
- Eso
espero. Por cierto ¿se fía del joven que me mandó la otra vez con los papeles?
¿vendrá mañana con usted?
Tumba de Cela en el cementerio de la colegiata de Iria Flavia |
- Sí que
vendrá, Don Marcelo. Ese joven es número uno de su promoción en Deusto,
católico practicante, de los pocos mercantilistas que domina el Derecho
Canónigo y, por si le parece poco, es mi nieto. Le he pedido que nos acompañe
mañana para que se vaya empapando del caso.
- Ya veo,
otro enchufado. Que Dios nos pille confesados. Buenas noches, Don Ramón, y
recuerde: nada de trajes, corbatas y Mercedes, que su nieto y usted parezcan un
par de turistas despistados buscando la tumba de Cela.
Y
sin darle tiempo a contestar, colgó. Genio y figura.
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