El alcalde de Donostia,
tan dado a la fiesta y al baile, ha afirmado que le recién ter-minada Semana
Grande ha sido ’la más
popular, más euskaldun, más abierta y más diversa que se ha producido en esta
ciudad’. No seré yo quien le en-miende la plana, porque he huido como de la
peste de casi todos los actos progra-mados, aunque calificativos como ‘abierta’
y ‘diversa’ me resulten cuando menos cuestionables.
Como es cuestionable el
incremento del 150% en el recibo de IBI que quiere imponer con carácter general
a los propietarios de una segunda vivienda en Donostia. Todos conocemos a
muchas personas que aun no residiendo habitualmente en Donostia, pasan largas temporadas,
especialmente en verano, y muchos fines de semana. Son donostiarras no de cuna,
pero sí de vocación, independientemente de que vivan y trabajen en Eibar,
Beasain, Madrid o Zaragoza.
En esta última cuidad
me honra con su amistad un maño que es el mejor embajador de Donostia que
conozco. En cuanto sus múltiples obligaciones se lo permiten, aquí que se
viene, a disfrutar –como él dice- del privilegio de estar en San Sebastián. Es
mi guía de pintxos por la Parte Vieja y más de
una vez me lo he encontrado paseando por La Concha o el Paseo Nuevo.
Este buen amigo, me
acaba de mandar una carta al director que ha remitido un médico de Zaragoza,
quejándose del disparatado aumento del IBI. Empieza y termina declarando su
amor a la cuidad y en medio expresa argumentos tan contundentes como el
beneficio que obtiene Donostia de residentes no fijos, pero sí habituales, como
él, que consumen muchísimo más que cualquier turista que esté de visita.
¿Alguien se imagina a
cualquier ayuntamiento de las islas Baleares, Canarias o cualquier otra zona
turística subiendo el IBI a los alemanes que tienen allí una segunda vivienda?
Puede que aumentar la
carga impositiva a quienes tienen una vivienda con el fin de especular sea una
medida acertada, pero creo que no puede serlo castigar a quienes desde hace
mucho tiempo eligieron a Donostia, invirtiendo sus ahorros en la compra
de una vivienda, para disfrutar con más frecuencia de una bella cuidad en la
que siempre se han sentido muy bien acogidos y que son nuestros mejores
prescriptores.
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